lunes, 26 de noviembre de 2012

Casablanca, 70 años



Hoy hace 70 años que Bogart, cumpliendo la frase de Philip Marlowe, se hacía el tipo duro fruto de la sensibilidad más extrema, pues el héroe siempre pierde: "Si no fuera duro, no estaría vivo; si no fuera capaz de ser tierno, no merecería estar vivo". Así Rick, se hunde "as time goes by", y ella con esa cara de pan sin sal (sí, soy de Bacall, no de la Bergman) derrama una lágrima de cocodrilo más falsa que las transparencias de París. Hay que hacerse el héroe a veces, porque antes digno que arrastrado. Porque uno no tiene límite para su imbecilidad. Y además, quién coño iba a fiarse de Ilsa, que ya le había abandonado una vez sin ninguna explicación. Joder Rick, tienes un café de moda, un pianista cojonudo y un amigo poli corrupto. Tienes a todas las chicas que quieras, no te vayas con la sosa ésa, déjasela al Lazslo, que entre reunión y reunión, no le hace ni caso: "I love you very much" dice el tío...pero ni un beso se dan. Otra historia en la que ella se va con el que se tiene que ir, no con el que quiere irse. Otra historia real, de a pie, en las que te sientes un Bogart en un aeropuerto a medianoche, mientras ella no mira atrás.

domingo, 25 de noviembre de 2012

My Blueberry Nights



"Quería que me dejara ir, y ahora que lo ha hecho,
me duele más que cualquier otra cosa en el mundo"

Esto lo dice Rachel Weisz, pero puede aplicarse a cualquier mujer sobre la faz de la Tierra, a cualquiera de esas mujeres que dejan escapar algo que creen que no quieren, pero que ansían por encima de otras cosas. Quizá es la tónica habitual, o quizá, sólo es mi tónica habitual. Dejar huella no es lo que uno ansía. Sólo deja huella lo que ha pasado, como las olas del mar, el río que baja de la montaña o las cicatrices que uno guarda.
Puedo ver películas como "In the mood for love", "2046", "Bin Jip" o cualquiera china, coreana o similar. Puedo verlas sabiendo la realidad intrínseca en todas ellas. Ocultas tras un drama, las historias dejan siempre la misma pregunta: ¿está el hombre preparado realmente para amar? ¿Es capaz de soportar las miradas insinuantes, y el silencio posterior, la nada de muchas veces con el todo de unas pocas? ¿Cuántas veces puedes ver alejarse a la chica sin que mire atrás, sin que parezca recordar tu último beso?
No, no estamos preparados. La soledad es más llevadera porque la onda que dibuja es plana, sin crestas ni valles. Sin los buenos momentos despertándote a su lado, ni los malos con toda la cama para ti.
Puedo ver "My Blueberry Nights" sin creerme el final feliz, mientras durante cada historia que relata, hay una tristeza cada vez más grande, más profunda y arraigada. Un beso al final, no arregla el cúmulo de sinsabores más allá de ese instante. Será porque en américa están mal vistos los finales tristes, y en china tienden al hiperrealismo. Será que Wong Kar Wai se ha vuelto blando, o quizá cree que ha encontrado lo que sus Gong Li o Zhang Ziyi no consiguieron dar a Tony Leung y tantos otros. Quizá es porque Jude Law no admite un final triste por contrato. Pero las historias reales, las de los anónimos que tenemos un corazón que se rompe una y mil veces, no pasan por el filtro de jolibud, no tenemos una versión previa que revisar. Regalamos los latidos que no tienen vuelta atrás, esa sangre que cuando regresa, ya no es la misma, ni te deja ser igual. La gente de a pie, sabe que el final es ver a Tony Leung apoyado en una farola bajo la lluvia viendo como Maggie Cheung desaparece en la oscuridad de un callejón. Lo de Jude Law en el bar, besando a Norah Jones, sólo ocurre en las películas. Aquí, ella, nunca vuelve.

sábado, 24 de noviembre de 2012

Rarezas de madrugada



Estoy hecho de las lágrimas que derramo
y de las huellas que se borran tras de mí.
Y de un corazón que no latía
que explota ahora, que se atropella
en un pecho que lo creyó muerto.

Como la lluvia tras mi ventana,
como las hojas que se caen para ser pisadas,
estoy hecho de lo que se marchita, nena,
así que podemos derramarnos, sin miedo,
hechos un nudo...
y esperar así que el mundo acabe. 
Tú, te marchitas más despacio, pero
A quién le importa ahora el tiempo
si se para entre tus brazos.




viernes, 23 de noviembre de 2012

El Planeta errante




Resulta que ya hay evidencias en nuestro Universo de cuerpos planetarios errantes y perdidos en la inmensidad, sin nada en torno a lo que orbitar, sin una referencia que seguir, sin un ciclo que completar. Lo peor de esta soledad es que encima parece que el hombre forma parte de un grupo de estrellas jóvenes que se llama AB Doradus. El típico caso del timidín que no encaja en un grupo animado. Nuestro pobre planeta está buscando desesperadamente una estrella para poder dar vueltas en torno a ella, enseñarle sus equilibrios físicos, dar un sentido a su vida, gris de por si. Por si no fuera poco, este tipo de cuerpos planetarios errantes, lo son porque han sido supuestamente expulsados de su sistema. 

¿Hay algo más triste que ser una excepción en la unidad giratoria del Universo? Deambular perdido, con la cabeza gacha (esto da igual, es una cuasiesfera, no se nota si está agachado...) sabiendo que no te querían donde estabas. ¿hay probelmas de adaptación incluso en cuerpos planetarios? ¿Necesitan una supernanny espacial?

Si lo que creemos seguro en el Universo, que todo está ligado a algo, se rompe en pedazos en nuestros ojos, ¿cómo va un ser humilde e infinitesimal vivir en paz si sabe que puede quedar desligado sin más de todo lo que le une? No sé si tengo miedo a errar en busca de mi estrella de referencia o a ser un corpúsculo que además de perdido, encima es difícil de ver...y que a nadie le importe.

martes, 13 de noviembre de 2012

Radiación de fondo



Si perdemos la perspectiva de lo que deseamos, nos volvemos como una onda que no encuentra su partícula, perdidos en un espacio con tantas dimensiones que no es posible ubicarnos. Viajamos a velocidades relativistas (esto no es que dependa de según se mire, sino que es casi la de la luz) dejando atrás nuestra partícula, la que nos confiere entidad material, la que nos hace ser reales, plausibles para no ser más que un rastro que se apaga en el vacío. Quizá, como la radiación de fondo, dentro de muchos años, alguien perciba ese pequeño destello que un día emitimos y que ya no servirá siquiera para saber qué fuimos, ni por qué nos extinguimos. 

lunes, 12 de noviembre de 2012

Piensas...luego eres imbécil




Alguna vez he comentado la relación directa entre las matemáticas y la toma de decisiones de las personas. Es fácil: uno aplica el método científico para llegar a una conclusión, para lo que se basa en ciertas premisas que pasan por un filtro “matemático”, lógico, con sentido. Mientras la función cerebral siga su curso, no hay incertidumbre, ni miedo, ni vacío. Ni desequilibrio. Si confiamos en las matemáticas, podremos llegar a conclusiones válidas para cualquier supuesto de una manera que no perjudique demasiado nuestro quehacer diario. Y todas las decisiones se toman así, a pesar de que unos cerebros están más predispuestos al caos, a la aleatoriedad nada aleatoria, que otros. El mío, es matemáticamente exacto. Ni leyes de probabilidad, ni caos ni leches. Vivía en una estabilidad razonable, con un nivel de incertidumbre bajo mínimos. Algo como: ¿podré comprarme la Multistrada 1200 este año? ¿Podré cambiar mi Mini Cooper por un Cooper S Cabrio? ¿Pillaré algún día? Lo típico. Si metías estas variables de incertidumbre en mis ecuaciones, no me sacaban mucho de mi área de confort. Y sí, hablo en pasado. ¿Por qué estoy ahora fuera del área de confort, no como, no duermo y el corazón se me va a salir un día del pecho? ¿Se puede explicar lógicamente el jamacuco que me va a dar el día menos pensado? De repente tengo una sensación de angustia fruto de que mis ecuaciones no explican qué me pasa. Mis procesos mentales, antaño sólidos, ahora se deshacen como una nube de verano. Se incorpora un elemento nuevo a las variables que las hace a todas caóticas. ¿Tanto poder tiene una única variable? La angustia no es si le gustaré a una concreta, o si me gustará de verdad o no. No es cuestión del futuro, ni del presente. Es sólo cuestión de que mis parámetros no estaban preparados para calcular algo incierto. Necesito un resultado al final del proceso, no una incógnita. Me faltan ecuaciones para el sistema, eso parece estar claro, pero ¿cuáles son? Es como cuando Antonio, mamón donde los haya, nos puso ese año el problemita más horrible jamás pensado: calcula las ecuaciones de movimiento (en coordenadas generalizadas) de una peonza que gira sobre un carro del que un cabroncete tira con velocidad lineal constante.  Cuando le pregunté un año después cómo se hacía me dijo: tranquilo amigo, no te lo voy a poner nunca más. Mi situación, es tal cuál: doy vueltas sobre un carro que también se mueve, y nadie sabe decirme cómo me muevo, ni hacia dónde. Y si pregunto al profesor me dirá que no importa porque ni él mismo tiene ni puta idea. La solución igual pasa por mirar otro problema y volver a hacer cálculos normales. O no. O qué se yo. Igual la entropía hace que mi cerebro sea también un sistema a desordenar. Joder, no falla nunca la puta Termodinámica…

martes, 6 de noviembre de 2012

De los viajes y sus gentes





Pensar que la gente es buena por naturaleza puede ser un error de principiante en el mundo, o la comprobación empírica de que así puede ser a veces. Acostumbrado a ir por el mundo y encontrarte gilipollas auténticos en muchos sitios, la calma que uno siente al ver alguien que no te mira por encima, sino que te ayuda sin esperar nada a cambio, es reconfortante. Son gestos nimios como regalarte el autobús porque Noruega es un país muy caro, o regalarte un paquete de pan porque no sabe si está malo como el resto que el hombre de la tienda tuvo que tirar. Huelga decir que para que te inviten al autobús en Bodo, has tenido que llegar allí con un mínimo de 2 aviones y algún que otro transporte, con lo que se supone la capacidad económica de pagar el autobús urbano. Luego realmente no lo hace porque te ve cara de paleto español que no tiene un duro, sino porque en un autobús vacío que sale de un aeropuerto vacío, le reconforta más ayudar al único extranjero en varios km a la redonda para que podamos tener la imagen de esta gente que merecen. Puede que no tengan bares y sean aburridos por naturaleza, como los suizos, pero no se puede negar que son civilizados y educados, respetuosos con el que se molesta en ver su pueblo frío rodeado por un mar bravo y unas montañas blancas y verticales. No es fácil llegar allí en invierno, ni desplazarte, así que está bien un poco de humanidad. No se trata de buscar la tierra prometida como Springsteen, ni siquiera uno espera nada de la gente que se encuentra. Quizá por eso es tan agradable. Yo viajo con una sonrisa siempre puesta, pero no espero encontrar lo mismo. Cada uno tiene su manera de ver al viajero en su pueblo: con recelo muchos, fruto quizá de las ganas de salir de ahí, por lo que no entienden por qué tú pierdes tiempo en ir; con amabilidad otros que agradecen que alguien mire el mapa y sepa dónde están; y los indiferentes, total, su vida no va a cambiar un ápice por tu visita. Noruega es un país rico, tiene petróleo (y pescado seco, una inmundicia como otra cualquiera), así que no necesita que vayamos a gastarnos nuestros euros en su corona. Precisamente por eso los gestos de amabilidad son más naturales, ya que tu dinero no les vale para nada. Uno entiende la amabilidad de los camareros norteamericanos, las gracias de los buscavidas cubanos y lo pesados que son los marroquíes para venderte cualquier cosa en cualquier lugar. Gente que necesita tu dinero porque sin él, no comen. Esa amabilidad está falseada, no es limpia. Nunca sabes si es una máscara que se ponen por la mañana y se quitan hastiados como un payaso triste que se quita la nariz roja al final de un duro día de no hacer reír a nadie.
Pero un tipo que te cobra 12 € por una cerveza de 0.6L en un bar lleno de trastos antiguos en el techo, bien decorado, en el barrio pijo de Oslo entre un pueblo menos llano de lo habitual, ése no necesita ser amable. No espera propinas. Si te sonríen, es porque son así, sin esperar nada por tu parte. Supongo que vivir en un país rodeado de tanta belleza natural, tan salvaje y despiadada, tan fría e inhóspita, hace que la gente se sienta parte de algo más que un país, o una zona. Levantarse cada mañana y ver las islas heladas en un mar azul intenso casi negro, auroras boreales en su larga noche ártica, y sentirse a parte del mundo civilizado debe curtir de una manera especial, debe hacerte amable. Yo no podría más que sonreír si abriera mi ventana cada gélida mañana para contemplar la maravilla de islas, montañas, hielo y cielo…mucho cielo sobre mí. Y nadie que me estorbe para disfrutarlo.

lunes, 5 de noviembre de 2012

De nuevo, la vuelta





Hace tiempo que los viajes son para mí la razón principal para aguantar en un trabajo que me hastía y aliena, que me convierte en la persona que ni soy ni quiero ser. La monotonía del 95% de mi vida alimenta el 5% restante. Así pues, huir de la civilización tiene más sentido, con lo que no quiero huir de una para caer en otra. Ciudades, comodidades, civilización...ya tengo de eso a diario. Buscar la esencia de una persona es más natural que civilizado, más interior que exterior. Mis objetivos, para saber qué tipo de persona quiero ser no pueden pasar nunca por un museo, un trozo de asfalto o un edificio concreto. Pasan por una montaña, un lago, una isla remota, un fenómeno astronómico, un viaje largo en muchos medios de transporte. Pasan por hablar con la gente, con respirar el aire que me rodea y cerrar los ojos al cosmos. Pasan por abrirlos y sentir que soy pequeño, nimio, irrelevante. Disfrutar con un viaje en barco horrible, andar de madrugada por un sitio helado, subir un pico presa del miedo más atroz, disfrutar acojonado en la cima, y bajar a por una cerveza. Todo reside en las emociones. Los paisajes no se ven, se miran con los ojos cerrados, se escuchan.




Los viajes no consisten sólo ver sitios y devorar historias; consisten en hacer tú mismo tus historias. Para mí es algo personal, verme reflejado en lo que hago y lo que veo, vencer los miedos, e imbuirme de lo que me rodea. Si uno viaja y no siente nada, es que no ha planificado bien la ruta. Si tan sólo puedes decir que has estado o has visto tal cosa, entonces, has tirado el dinero. Las casi 4h de barco, tumbado en la cubierta con Javi, disfrutando como niños en la orilla del mar jugando con las olas, viendo cómo aparecían las mágicas luces polares, cómo se extendían y desaparecían...son impagables. Cuatro horas mirando el cielo, tan lejano, al lado de un amigo, en un sitio recóndito, con un frío que corta la respiración...cuatro horas para recordar que la vida está hecha para esos momentos. ¿Te has gastado mucho dinero? Me preguntarán algunos...Amigos, fuera de un burdel, las emociones no se miden en dinero.




Ferry Boreal




Hay experiencias que deben ser vividas alguna vez para saber qué sentimientos te invaden. Hoy sábado vivimos una que no nos hacía ni pizca de gracia: coger un barco que atravesaría un mar complicadillo durante casi 4h. La incertidumbre primera era saber si habría barco, y la segunda, si aguantaríamos el viaje. La primera se despejó pronto, pues a las 6.30 de la mañana llegamos al puerto de Moskenes y allí estaba el susodicho. La segunda empezó a acojonarnos cuando nada más subir, un tipo nos da dos bolsas para vomitar a cada uno. Si el día antes no nos dieron nada y se movía la leche el barco...¿qué iba a pasar hoy? Mentiría si dijera que nuestros dos amigos franchutes y nosotros no nos hicimos caquita en ese momento. Menos mal que somos gente de recursos y sabiamente nos tumbamos cada uno en una fila de tres asientos a lo largo del eje del barco. Así los bamboleos se pasarían mejor. Y vaya si acertamos. Hubo momentos en que el barco se movía tanto que se caían cosas, ni siquiera abrían la cafetería. Yo notaba los pies por encima de mi cabeza y luego parecía que me ponía de pie...era muy raro así que me incorporé para ver la ventana...maaaal hecho. Eso no era movimiento...si llegamos a estar fuera nos vamos al agua fijo. Llegué a pensar que vendrían a buscarnos con chalecos salvavidas...vaya tela. Afortunadamente todo pasó y pudimos disfrutar un rato arriba haciendo fotos antes de llegar. A todas luces, merecía la pena. No vomitamos, así que nos sentimos muuy orgullosos. La cosa pintaba fea.




Y en cuanto a las auroras, tuvimos suerte también: el óvalo engordaba y cambiaba a color rojo (buena señal) y cuando estaba sobre nosotros, tenía bastante actividad. Se hicieron esperar, pero no nos defraudó el espectáculo: varias auroras cambiantes, serpenteantes, que se abrían en filamentos. Y, lo mejor de todo: pudimos sacar fotos. Aquí una pequeña muestra de este largo día, con final feliz. La suerte sólo favorece a quienes la buscan y se arriesgan. Ahora que soy vividor-explorador, tendré que buscar suerte allá donde me lleven los viajes...

viernes, 2 de noviembre de 2012

Un día, o más, en las montañas



Si cortas los últimos 700m de las montañas de 4000m de los Alpes, el paisaje no sería muy diferente al que hay en las Islas Lofoten. Rodeados por ellas, evitando que huyamos de un mar bravo y amenazante, desafían los vientos gélidos y las largas noches boreales. Ahora nos refugiamos del viento que azota sin descanso, y ya, con la noche cerrada, miro el pequeño faro de luz roja que hay en el espigón aquí al lado. Un sitio solitario a merced del mar: una casa, una luz...y la nada. O el todo. Con estas inclemencias, podemos quedar atrapados, ya que no es seguro que mañana haya ferry, por la alerta de viento. Tenemos que empezar a andar de noche, a las 6AM camino de Moskenes (4,5Km) por el medio de una carretera helada. S no hay ferry a las 7, hay que conseguir un transporte a Leknes, que hay aeropuerto. Allí tendríamos que conseguir un avioncito que nos lleve a Bodø, ya que el sábado salimos a Oslo. Así pues, incógnitas varias y soluciones pocas. Lo mejor es tomarse ha cerveza, entonces. Menos mal que esos sido previsores en eso y podremos sumergirnos en un placentero sueño regados por dentro y amansados por fuera.