martes, 31 de enero de 2012

Y si no estamos solos


Quizá en una dimensión no tan paralela,
Y en una ciudad parecida a ésta, más oscura,
En la que los árboles estén en medio de la corriente
Y el agua arrastre almas y silencios,
El dolor sea habitual como una risa en la otra,
Y la fe no sea sino algo que quedó escrito.
Nosotros, acostumbrados, no perderíamos más noches
Escuchando un “the way I belong to you” de más
                O de menos.
Las lágrimas estarían sobrevaloradas, en deshuso,
Y nosotros, personajes de Houellebecq, perdidos,
Tan solos que nuestra sangre fluye por pura inercia,
Tan vacíos, tan traslúcidos. Sin alma. O sólo con ella.
Un mundo en el que escuchar “The River” sea inocuo,
Música de fondo, como la oculta "The Way",
Cazando un suspiro que podría ser el último.
Quién sabe distinguir un Universo de otro,
Si somos materia o antimateria, lágrimas o antilágrimas.
Destruyéndonos al tocarnos la mano,
Con una conciencia sin ciencia, iletrada,
Que ya no forma parte del todo. Ni de la nada.
Una anomalía.

lunes, 30 de enero de 2012

La máquina Gaia




Los hombres somos unos seres viles en muchos casos, más cuando se trata de creernos por encima de lo que nadie inventa, de lo que surge por el propio devenir, por esa escala de tiempo tan inabarcable, tan ingente, que es lo astronómico. Así, como seres en la cima de la escala evolutiva –discusiones aparte- nos empeñamos en crear cosas que nos obedezcan primero, y que no haya que darles órdenes para que cumplan nuestros deseos, después. Primero inventamos las clases sociales, luego las empresas y hasta la rivalidad con los amigos. Siempre más que el resto, porque si no, socialmente somos parias. Después, nos las vimos con las máquinas simples –lavadora…- o más complejas –ordenadores. Todo para hacer nuestra voluntad con tal de no hacerlo nosotros. Con la lógica evolución de la técnica y la ciencia, se desarrollaron los robots, y un visionario los dotó de conciencia y cerebro, pero temiendo que fueran mejores que nosotros y quisieran eliminarnos por escoria, se les impusieron unas leyes que les impedía hacernos daño y, más aún, tenían que protegernos de cualquier otro externo. Libros sobre esto tiene Asimov a parte de otros autores, y hay películas y cuentos. Pero el otro día vi un ejemplo extremista de hasta dónde se puede llegar con este impulso feroz de controlarlo todo para estar indisolublemente unidos a nuestros cacharros…pero por encima. Desconozco si la película pretende ser una crítica a nuestra manía de dominar, conquistar y avasallar hasta el espacio profundo, pero Star Trek I me sorprendió. Una densa nube altamente energética e ingente se dirige hacia La Tierra con fines desconocidos, puesto que no manda señales ni responde las nuestras. En el camino, engulle, aniquila. Ahí van pues Kirk, Spock y compañía a ver qué se cuenta la nube. Menudencias varias después, cuando se desvela el meollo, V’GER, una máquina que ha acabado adquiriendo conciencia para ser una Gaia de por ahí, de extrarradio, se descubre (Gaia, como suma de conciencias, como ente globalmente vivo, indisoluble) quitándose la capa y mostrándose como una antigua creación humana: la sonda espacial VOYAGER, con el nombre cubierto por la suciedad. El propósito de V’GER no era otro que conocer a su creador, al hombre que le encomendó su tarea de exploración espacial de modo que pudiera cumplir su cometido y descansar en paz, con la satisfacción del deber realizado. Casi mata a todo bicho viviente, una sonda espacial, pero la pobre sólo quería transmitir su conocimiento del espacio, pero nadie entendía el código que usaba para hacerlo. Tras fusionar a un miembro de la tripulación –hay que ver las chorradas que hace uno por amor, fusionarse con una sonda espacial- con V’GER y convertirse en una nueva forma de vida, la información se transmite y todo el mundo se salva. Salvo el idiota que ahora es una nave-sonda-nube. Sería muy notorio que un humano fuera capaz de construir algo que no sólo le trascienda, sino que además, adquiriese conciencia propia y fuera una nueva forma de vida. Muchas veces el “constructor” no tiene conciencia propia…como para dotar a sus creaciones con semejante atributo. En definitiva, es una crítica, o un anhelo…quién sabe…

miércoles, 18 de enero de 2012

Monstrue 01/12




Menos iglesia y más Ciencia

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martes, 17 de enero de 2012

Móvil perpetuo y Feynman





El hombre se ha debatido entre el estudio de las leyes de la naturaleza, y su empeño por violarlas, pues tanto más fascinante es el reto de romper algo, cuanto más elegante sea lo que se rompa. En términos matemáticos, claro, no vandálicos. Las Leyes de la Termodinámica abarcan conceptos tan preciosos como “irreversibilidad”, "conservación de la energía" o “entropía”, y de su interpretación se deduce que no pueden existir ciertas cosas de Ciencia Ficción, como los viajes en el tiempo, o la posibilidad de un big crunch que nos devuelva a una situación como la anterior al big bang, o la existencia de móviles perpetuos. Esto no es más que un cachivache que, tras darle un primer impulso, sigue moviéndose sin ninguna otra ayuda y para siempre. Parece evidente que no puede construirse nada igual, pero ¿y si la Naturaleza consigue romper su propia tendencia, las propias leyes que nos ha enseñado? En “El carácter de la ley física”, Feynman da una especie de respuesta, pero la da de pasada: la creación y muerte estelares. Las estrellas surgen en nubes de gases cuando por una colisión, las partículas empiezan a chocar unas con otras, colapsando y formando moléculas más pesadas atrayendo a otras partículas vecinas. La bola formada, muy densa, va acaparando más material hasta que la temperatura en el núcleo es lo suficientemente alta para fusionar el hidrógeno en helio, generándose una reacción en cadena que mantiene viva la estrella. Es el corazón, su motor. Las partículas creadas viajan por la estrella hasta la corteza, perdiendo temperatura. Esta expansión es contrarrestada por la gravedad del núcleo, que mantiene la estrella estable, en equilibrio. Si el material fusionable, es decir, el hidrógeno, se acaba en el núcleo, el corazón se para y la estrella muere. Dependiendo de la masa, la estrella moribunda puede acabar siendo un agujero negro, una estrella de neutrones, una enana blanca, una nova o una supernova. Por ejemplo. Si tiene la masa adecuada para ello, y la estrella explota, ésta lo hace esparciendo su materia por el espacio. Así pues, de una estrella, sale una nube de gas, cuna para el nacimiento de nuevas estrellas. Entonces si una estrella nace de una nube de gas y al morir genera una nueva nube de la que salen más estrellas, ¿no será eso un móvil perpetuo creado por la propia naturaleza que viola? En realidad hay más ejemplos en la Naturaleza, por lo que sabemos que es el trabajo lo que no puede realizarse perpetuamente sin aportes de energía. En definitiva, polvo somos, y en polvo nos convertiremos. Y eso lo dicen las estrellas, no yo. 

miércoles, 11 de enero de 2012

Qué ocurriría si...



Leía en “La Triología de Nueva York”, de Auster, una posibilidad inquietante cuanto menos: ¿qué pasaría si naciéramos al despertar, y muriésemos al dormir, y así cada día? Suena el despertador, y vuelves a la vida. Pero ¿qué pasa con los recuerdos del día anterior? Parece sencillo imaginar que la memoria a corto plazo, los hechos irrelevantes que uno realiza cada día, las trivialidades, se borran de tu cerebro. Haces un “reset” y empiezas lleno de espacio para almacenar información. Cada mañana se te olvidan los malos momentos del día anterior, los sinsabores y las decepciones. También olvidas, claro, las cosas bonitas, como unos ojos que te miran, lo bien que te haya salido algo en la oficina, o la chica que esa noche se acostó contigo. No tiene sentido, sin embargo, olvidar quién eres, a qué te dedicas o dónde vives. No vas a renacer como un Terminator, desnudo en medio de un aparcamiento. No puedes nacer sin identidad, algo debe perdurar. De este modo, mejoramos el desarrollo del cerebro y sus funciones, ya que eliminamos la morralla que almacenamos, todo aquello que nos frena y nos limita. Esos recuerdos tristes que nos condicionan. Borraríamos eso para estar listos para absorber y almacenar nueva información. No deberíamos necesitar aprender a leer, escribir o manejar un ordenador. Con olvidarnos de sufrir valdría, le restaríamos valor a todo lo que fuéramos a olvidar. Pero se me plantea la duda de qué ocurre con la persona en sí. Hay dos posibilidades obvias: naces siempre como el mismo tipo, o, por el contrario, naces cada vez en una persona diferente. Esto último da para muchas cavilaciones. No tendría sentido almacenar conocimientos, como antes supuse, ya que no te servirían de nada en otro cuerpo. Adquirirías directamente los de la otra persona. Sería vivir la vida de otro. Un préstamo de cuerpo. Cada habitante de uno, dejaría algo de sí mismo en ese cuerpo para que lo aproveche el siguiente. Si extendemos esto durante mucho tiempo, no seríamos sino un compendio de todos los demás habitantes de ese cuerpo. Suponiendo que pasaremos por muchos cuerpos, y muchos por el nuestro, acabaríamos siendo seres casi idénticos en cuanto al interior. Básicamente iguales. Pero, ¿podríamos nacer más de una vez en un mismo cuerpo? Es decir, fruto de la casualidad o la probabilidad, ¿podríamos habitar nuestro cuerpo más de una vez? O, más turbador aún, ¿podríamos ser habitantes de un cuerpo de diferente sexo? ¿Qué mecanismo determina que hoy yo sea yo, y mi yo de mañana sea el tuyo de hoy, y no otro? Si despertamos siendo el mismo que éramos al acostarnos, sólo tiene gracia pensar en la memoria. Es mejor creer que despertamos en cuerpos diferentes. Al menos así imaginamos quién podríamos llegar a ser un día...

lunes, 9 de enero de 2012

Emprendedores 2012


Ser emprendedor es un tarea devaluada, no sólo por la gente que lo consigue, sino por creer que el fin último es el dinero, cuando en realidad, es sólo el principio. Los negocios deben levantarse sobre una idea, o sobre unos productos, pero es difícil conseguir la excelencia si cuando uno piensa un negocio, sólo ve la cuenta de resultados. Un mundo saturado por ideas nuevas y de siempre, por productos innovadores y sus burdas copias, un mundo sin principios en el que los cabecillas empresariales, no son sino cabecillas criminales. En ese mundo nos toca convivir e intentar innovar. Invéntate un empleo dice el gurú. Pero lo que hay que hacer es inventar algo, y hacerlo bien. No a medias, como la mayoría de la gente. Los pasos son sencillos: ten una idea, échale huevos, reúnete de la gente adecuada, ponte en marcha y busca pasta. Total nah…Si no tienes ideas, ni huevos, no tienes pasta y sí poco tiempo, ¿qué te queda? Ser un mandado sin ninguna posibilidad de participar en nada, sino que sólo puedes trabajar sin que nada de lo producido sea tuyo. Intermediario, responsable de comunicaciones, consultor a tiempo mental incompleto, escapista aficionado y negacionista profesional. Una diversificación que, para variar, no resulta nada productiva. Si no puedes crear algo hermoso, diferente, y participar del principio al final, entonces, no merece la pena ni pensarlo. Como estoy pensándolo, nuestro vino, no puede tener un tapón de rosca.