lunes, 31 de octubre de 2011

El baúl que uno siempre lleva consigo


No hay viento que arranque de cuajo los flecos,
Ni torrente de lágrimas que consiga sumergirlos.
Sigues la trayectoria que te has marcado.
Y el mar te recuerda que las olas siempre vuelven.

domingo, 30 de octubre de 2011

Los robots olvidados



Ahora que ha muerto el creador del término inteligencia Artificial, podemos sacar a la palestra conceptos olvidados del supuesto avance tecnológico que iba a ser en nuestros días. Hace unas décadas, se imaginaba el futuro para los años que ahora vivimos, y todo se imaginaba en ese tono de películas de ciencia ficción: coches sin ruedas, naves espaciales por todos lados, todo con botones y automatismos varios y, la clave, robots. Robots a los que se les dotara de una capacidad para tomar decisiones y tener opinión, sentimientos. Robots que estuvieran a nuestro servicio y nunca pudieran estar en nuestra contra. Para que un robot pudiera tomar decisiones sin estar basadas en patrones programados sino en la experiencia que podían adquirir. La manera era dotarles de una especie de cerebro, de conciencia: la Inteligencia Artificial. Aunque resulta paradójico que humanos, tan a menudo carentes de toda inteligencia natural, sean capaces de crear una estructura inteligente para un cacharro inerte. Los robots, planteaban a la humanidad un grave problema, que residía en el miedo a ser atacado por ellos, a que se revelasen y acabasen con las personas. Otro invento surgió entonces fruto del gran escritor y científico Isaac Asimov: la Robótica. Esto es, aquello que estudia los robots, su comportamiento. Y la contribución más importante fue la formulación de las 3 leyes de la Robótica, por las que las personas podían sentirse a salvo. Son:
1. Un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
2. Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la Primera Ley.
3. Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección                                                     no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley.

A pesar de ello, siempre surgieron diferencias y dudas pues, a fin de cuentas, las máquinas estaban creadas por seres humanos, máximo ejemplo de imperfección y maldad. ¿Hasta qué punto puede un hombre crear una máquina inteligente perfecta, despojada de la maldad propia de nuestra condición? ¿Bastan las leyes de la robótica para estar a salvo de nuestras propias creaciones? Según Asimov, el cerebro positrónico (un positrón es una partícula elemental igual que el electrón pero con carga positiva) de los robots era lo adecuado. No podían violar las leyes porque estaban implementadas en su código, como un gen en nosotros. Por otro lado, los robots, como máquinas, tienen un botón de apagado. Pero ¿hasta qué punto un humano está legitimado a apagar a un robot, máquina con consciencia, sentimientos, que tiene la capacidad de amar y cuidar? ¿No debería pues existir una ley que defienda a los robots de los humanos? Son máquinas que no sólo piensan, sino que tienen un "gen" que les impide dañarnos y que les obliga a dar su vida si algo nos pudiera ocurrir. Son una especie de guardianes, de ángeles protectores, no sólo sirvientes. Deberían estar protegidos de nuestras envidias y maldades, ya que seguro que al final, nos sentiríamos inferiores a ellos, y quedarían relegados al olvido en un rincón del garaje. En cualquier caso, la realidad nos devuelve al duro pasado tecnológico, pues nuestros coches siguen teniendo ruedas (y caras), no tenemos naves porque además son muy caras, y el único robot que manejamos es la Thermomix. Y dista mucho de ser un elemento inteligente, porque sin el librito de recetas, no consigues ni ponerla en marcha. Lo curioso, es que esas tres leyes de Asimov, tan presentes en libros y películas (Yo, Robot es un ejemplo de relato de Asimov convertido en película), siguen siendo totalmente vigentes, ya que aún nadie ha sido capaz de construir una máquina lo suficientemente avanzada que las necesite y las ponga en duda. Por tanto, seguimos siendo los únicos seres inteligentes conocidos, algo que no debería dejarnos tranquilos.

La versión bonita:
http://ulises26.blogspot.com/2011/10/ay.html

viernes, 28 de octubre de 2011

Supersic, ciao

Estaban dándole vueltas a si la muerte de este muchacho podía haberse evitado: comisarios, Dorna, la federación... Pero en realidad, sólo se habría salvado si alguien le hubiera dicho "Marco, take it easy". Si el domingo alguien le hubiera dicho "no pongas la goma dura, que tú vas muy fuerte para eso". O si hubiera ido más despacio hasta calentar la rueda trasera. O si al perder la rueda se hubiera resignado a la caída y hubiera soltado el manillar. Pero así son los genios, los grandes campeones (aunque no haya tenido tiempo de serlo, en el fondo, lo era). Hacen lo que quieren y como quieren. Hasta sus últimas consecuencias. Con algo más de tiempo, ese arrojo habría servido para hacerle campeón del mundo. Un par de decisiones un poco más acertadas, ignorando su ego y hoy estaríamos riéndonos del memo de Simoncelli por caerse otra vez. Sin embargo, lloramos su muerte amargamente, sin consuelo. Porque no lo tiene. Ni para mí, que me caía mal. Ahora le maldigo, le odio por privarnos de su talento y de sus estupideces. De sus adelantamientos, de su peligro, de su velocidad. De esa sonrisa de memo que no oculta nada. Ya lo dice el anuncio en el que sale Hamilton (otro de mis odiados): la película es mejor, cuanto mejor es el malo. Le odio por cambiar su destino y morir, en lugar de subir al podio, que era lo suyo. No era su día el domingo, en contra de lo que piensan muchos. Era el día de hacer grandes cosas, pero un campeón está por encima incluso de su destino. Lo cambia. Le recordaremos como el campeón que pudo ser, ocupando un hueco en una memoria que no estaba preparada para recibirle.

jueves, 27 de octubre de 2011

Películas y escaleras

Cuando uno pasea por estas calles, la primera palabra que piensa es: película. Puede que no sepa los nombres, o las zonas, ni siquiera recuerde en qué película, pero toda la calle respira ese aire cinematográfico. Los toldos verdes de cada portal, con esas barras doradas sujetándolos, el portero negro con un traje aún más negro esperando que le preguntes cómo llegar a ese dichoso sitio que te han recomendado. Las escaleras de incendio que están en cada casa. Verdes unas, rojas otras. Todas mugrientas, pero uno aprende a ver que la mugre es una parte de la ciudad, y parece que nadie quiere quitarla, pues perdería "lustre". El mosaico que forman las escaleras es hasta encantador en una zona como el Soho. Y sorprende, a pesar de verlo en todas las series americanas y sus películas. Empiezo a pensar que la fiebre por estar armado se debe a la existencia de las escaleras, pues cualquiera puede bajarlas para llegar a tu casa. Pero no parecen moverse nunca. Están ahí, decorando, porque el acero no parece prender. El metro es otra de esas cosas típicas de las películas. A parte de viejo, sucio, y decadente, es que es un lío manejarse. Parece mentira el retraso que tienen en ciertos aspectos. No hay casi planos, ni espacio en el andén. Los domingos, se salta paradas, como si le diera pereza, como si el conductor tuviera prisa por llegar al final para ir a Central Park. Ahora, sentado frente a uno de los lagos del parque, veo paseando a Woody Allen en Manhattan, o en tantas otras. Siempre hablando, teorizando. Los tipos con el freesbee, jugando al fútbol (sí, al del pie), los motivados sin camiseta, unos negros que dan brincos pero encima son graciosos, un grupo de baile en patines, flipados en general. Una fauna que combina con la flora. Y en medio de todo, Imagine. Ahí, hace casi 31 años, morían a John Lennon. Niños cantando el Let it Be, sin saber quién fue ese hombre. ¿Mirará por la ventana la mierda de la japonesa? A quién le importa ya...Me quedé un rato en silencio, mirando la palabra "imagine".

viernes, 21 de octubre de 2011

Primer día en el Nuevo Mundo

Hay países con un nivel de evolución fuera de toda duda y otros que, por pequeños matices, no logran estar a la altura, más que les pese. Los americanos (del norte, claro) se creen avezados en cuanto al resto del Universo, así que ni te cuento con respecto a los simples mortales europeos. Es evidente su estupendo sistema de empleo para Universitarios, en el que se les da un protagonismo excelente, a parte de un trato a la altura de las circunstancias. Esto me hace pensar que hay pocos, o que como son medio lerdos, les parece una proeza terminar una carrera. Motivos aparte, el hecho es incuestionable. Por supuesto, también están a la vanguardia de la tecnología, el ocio y, sorprendentemente, incluso de la cultura. Más lejos, a mi juicio, de estar como cabecillas se encuentran en política, derechos humanos y cultura general. Se saben, y no todos, los ríos de su condado. Eso en el mejor de los casos. Pero, donde más he comprobado su inferioridad con respecto a la vieja Europa es, sin más ni menos, en el papel higiénico. Joder, que se rompe con mirarlo. Esas dos capas finísimas cuesta romperlas incluso por la línea de puntos, porque se deshacen solas. Un ejemplo de país civilizado, es Suiza, con su maravilloso papel de 4 capas: esponjoso e irrompible. Esto de aquí es una bazofia. Normal que los suizos, a parte de ser unos bollos muy ricos, sean esas personillas que guardan el dinero de medio mundo. En quién va a confiar más uno que en alguien que usa papel de 4 capas!! Traslademos la capital del Imperio a Suiza, por favor. 

miércoles, 19 de octubre de 2011

Cosas que llevar de viaje


Los preparativos de un viaje son siempre un aliciente para lo que va a venir y, sobre todo, una vía de escape de lo que te rodea. Escapar de la rutina, la quietud y los pensamientos cíclicos. Uno se deja envolver por ese bucle porque sabe que podrá disfrutar del anti-ídem de vez en cuando. En eso consiste la vida para casi todos los que no somos unos privilegiados y no nos dedicamos a lo que quisiéramos. Quién sabe si escribir (no sólo esporádicamente), o mirar el cielo, o mirarlo y hacerle fotos, o leer, viajar, pensar. Quizá la montaña, o un campo de rugby. Tantas cosas que se convierten en simples aficiones por no ser un profesional de ellas. Uno podría cobrar por ser intermediario, o amigo, o por estar siempre ahí. Y ¿qué pones en un CV? Experiencia: “Recurso compartido. Múltiples usos”. Si consiguen no pensar que eres un chip dual core, o una compresa con alas, tirarán el papelito al triturador. Si no, también. A fin de cuentas, lo que uno sabe hacer, no puede explicarse en un papel, ni pueden darse referencias o cartas de recomendación.
Cuando hoy haga la maleta, sopesaré qué parte de mis cargas me llevo, y cuáles intentaré dejar en el camino, por si deciden perderse. Que ya son mayorcitas (demasiado tiempo conmigo) y pueden ir solas por la vida. Todo sería mucho más sencillo si, a parte de la maleta, te pesaran el alma (ni de coña 21 gramos), la mente o algo etéreo. Tienes exceso de equipaje, habrá que tirar algo a la papelera. Palabra clave: papelera. Me llevaré las indispensables angustia vital, pesadumbre general y el inconformismo laboral. A parte de, por supuesto, un conjunto de mujeres inalcanzables y de dudas existenciales. A mano, tendré siempre un cuaderno, de los de ahora claro (iPad) para jurar en arameo, y desahogos varios. Si no puedo facturar esta carga, la llevaré en la mochila de mano, que nunca sabes cuándo puedes necesitarlas. Lo bueno, es que los aviones llevan cubertería de plástico, así que no hay posibilidad de clavarse nada. Sólo guardarlas para otro momento. Que siempre llega.

martes, 18 de octubre de 2011

Respuesta a tu poema, a tu duda (2)

Todas las causas
nos separan y unen/
en nuestra nube

Respuesta a tu poema, a tu duda (1)

Uno tiende a asumir ciertas cosas
Como la caída de las hojas en otoño,
O que un río llega a otro río…
Y de ahí al mar. Y no al revés.
Se acostumbra a la costumbre,
Al silencio del ruido furtivo y su soledad.
Se acostumbra al gentío que abraza
Pero no calienta. O a individualidades,
Que calientan y se apagan, ésas que no vuelven.
Y mirando a lo lejos, sin ver el horizonte,
El ingenuo sigue esperando el prodigio
Que repueble un árbol con sus hojas y lleve el mar a la montaña.
Esperando que el calor, la individualidad y el gentío,
Sean una sola cosa. En su mismo espacio.

lunes, 17 de octubre de 2011

Intruders


Si, de una historia real, se hace una pesadilla que perdura en el tiempo y es, sorprendentemente, hereditaria, no puede esperarse más que un bodrio sin pies ni cabeza, y no sin cara como se pretendía. El que un hecho que sí ha ocurrido, sea transformado en otro que no, es culpa de una madre ñoña e histérica, a la sazón, española, que por proteger a un hijo llorica, se inventa un cuento. Lo típico de las películas americanas, que por no decir la verdad, se montan un cisco ridículo. En este caso, el cisco es hispano-inglés, pero bien bebe de las peliculas americanas del mismo género: ésas que para asustar suben el volumen de la música repentinamente. No da miedo, sólo sobresalta porque te quedas sordo. En medio, un despropósito de niños, gatos y un niño que se hace adulto pero sigue siendo imbécil. Vamos, un despropósito.
"Carahueca volvió porque se había dicho su nombre..." Gensantadelamorhermoso...

domingo, 9 de octubre de 2011

Electrones de valencia


Desplazándome a toda velocidad, las cosas dejan de tener la misma perspectiva. Todo es más sencillo, banal. El camino, más corto, es el más corto. Sin vueltas ni dobleces. Y te ves como un átomo, con su capa de valencia y los electrones libres. Tienes la capacidad de interactuar con otros átomos, de intercambiar electrones, de compartirlos. Electrones que están ansiosos por ser compartidos, puestos en común. Y no arrancados salvajemente sin contemplaciones, dejándote a la intemperie, con menos protección, y con espacios en blanco. Uno intenta despojarse de aquello que le sobra, y sólo consigue que le arrebaten las capas, una a una, dejándole solo consigo mismo. Un hombre, su núcleo. Viendo cómo esas pequeñas partículas que compartía, escapan ingrávidas, fútiles. Se queda solo con sus prejuicios y sus valores. Con sus temores en una maraña de electrones libres que rehuyen contribuir a tu valencia.

jueves, 6 de octubre de 2011

Ciao Steve


Hay muy pocas personas que merezcan ser consideradas genios. Y no es por lo que hacen, sino por lo que consiguen hacerte sentir con ello. Nos despojamos de la relevancia o la utilidad de lo que hace esa gente, porque no su trascendencia motiva lo que te hacen sentir. Unos es con la música, otros con el cine, otros con un libro, y éste, con mil cachivaches que nunca creías que ibas a necesitar y han acabado por ser parte de tu vida. Todos tenemos un pequeño espacio, sea en el corazón, o en el alma, dedicado a personas que no conocemos ni conoceremos nunca. Eso no impide que cuando una de esas personas se va, parte de ese espacio que tienes, muera con ella. Así, vas acumulando admiraciones en un espacio durante toda tu vida, para que, sin avisarte, y sin considerar que lo tienes ahí, vaya uno y se muera, marchitándote un poquito más. Si cabe. Mientras, la chusma, no muere nunca. Quizá sea una estrategia de la Naturaleza para recordar más aún a los pocos que merecen la pena, frente a la panda de anormales que siempre se queda por aquí.

miércoles, 5 de octubre de 2011

...from outer space


En ciertas ocasiones, casi cada día, uno contempla dos opciones: el de enfrente es un extraterrestre, o lo soy yo. Ambos, no podemos compartir origen, ni planeta. No venimos del mismo mono, ni hemos evolucionado del mismo organismo unicelular. Entonces, cuando se buscan otras formas de vida, ¿por qué va a buscarse algo diferente fuera, si esa variedad la tenemos dentro? No estamos hechos de lo mismo (materia, antimateria…), ni pensamos igual, ni llegamos a la misma conclusión partiendo de la misma hipótesis, o no diferenciamos tanto fracaso y triunfo. A los marcianos les importamos un pimiento. Yo les imagino (si pudieran vernos por una rendijilla) en plan Obélix: “están locos estos terrícolas”. Cierran la mirilla y se dedican a sus cosas, mucho más interesantes que nosotros y, seguro, menos dañinas. Si nuestro único punto común es la manera de sentir, sobre todo, dolor, poco van a querer mezclarse los marcianos con nosotros. Aunque no sería más raro un tipo verde con cuernos y un ojo en al frente que el que tengo sentado al lado, con traje y calcetines blancos como unas medias de fútbol. Quizá no vienen porque nadie iba a darse cuenta que son “de fuera”. Como aterricen en medio de las fiestas de un pueblo, salen pitando. Si caen por la calle Fuencarral, creerán que se les han adelantado sus vecinos de galaxia. Así que, ¿para qué venir? Sólo falta que a alguno se le vean los hilos de su platillo.

lunes, 3 de octubre de 2011

Lost in the Flood


Lost ih the deep and wide Universe, we'll try to find the way back home.
If don't reach the point, we'll fly away through the powder.