jueves, 22 de septiembre de 2011

Otra tontería

Te diría muchas cosas que quizá entendieras
Pero, sumidos en un vacío casi irreal
Mis palabras no encontrarían medio por el que propagarse.
Viviendo en burbujas independientes, aislados.
Un solo de piano sin teclas / en un auditorio vacío.
Ese viento que arrastra hojarasca a ningún lugar concreto.
Yo, acurrucado en una esquina, al margen de los acontecimientos y
Mientras, la gente con sus idas y venidas,
Tú, en tu carabela, acostumbrada a un mar que no es redondo;
Y con esa voz desgarrada que ya nadie oye.
Vas de nube en nube sorteando los rayos,
Cantando a las sirenas, porque hace mucho que nadie lo hace.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Anti-isótropo

No por intentar poner en orden nuestras ideas, conseguimos disminuir el desorden del Universo. Intentar poner orden, significa ser partícipe del caos, imbuirte de su cadencia y, al final, acabar peor de lo que se estaba: desordenado, desorientado y con un montón de Entropía que no te sirve para nada. Como si te sobrara espacio. Como si el tiempo fuera un parasiempre.

Y entonces llegan esos compases /
Y vuelves a ser una onda que se propaga en todas direcciones...
...deseando encontrar la anisotropía en algún punto.


Y así, huir de un mundo aburrido, en que todo es duradero, menos la belleza.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Lentes gravitatorias


Vivimos en un mundo difuso, bien porque miras atrás y los recuerdos se han perdido, bien porque miras hacia delante y no consigues enfocar bien. Para ambas nebulosas, globulares o abiertas, carecemos de instrumentos ópticos que junten todos los rayos en un haz coherente. Estamos en un punto como inmóviles en nuestro pequeño universo, dentro del Universo. Una mayúscula que es determinante. Un punto focalizado, con visión perfecta, pero demasiado pequeño. Una luz corta en la inmensa negrura del cielo. Una luz que alumbra tus pies, pero no el camino. Cuando intentas dar las largas, rebota deslumbrándote como si hubiera niebla baja, una noche cualquiera. Supongo que, como parece en la carretera, quizá sea mejor ver tus pies, que no ver nada; tener un punto claro en medio de la maraña. Necesitamos una lente gravitatoria interna. Una lente que permita ver aquello que está detrás, esperando que mires hacia allá. Estás, eres. Aunque no sepas nada más. Sólo una cosa: la nebulosa, siempre va contigo, fiel compañera desenfocada. Y tú, te has acostumbrado a no ver nada.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Launch


Got no time for philosophy/
Ain’t no time to waste.
So take a ship
And fly high to the stars...
Far enough to see how small we are.

lunes, 12 de septiembre de 2011

El peso del pensamiento


Nuestra función cerebral, es tan compleja, que unas veces parece una onda y otras, una partícula. Unas veces idea, pensamiento; pesadumbre o alegría. Otras, algo material, con masa medible y que ocupa un espacio y un tiempo. Ambas conceptos ligados, tanto que no tiene sentido hablar de uno sin recurrir al otro, aunque no se comporte como ambas cosas a la vez. Y como parte de la física que es, nuestros problemas están sujetos a sus leyes y teorías. Nuestra energía es parte de nuestra materia, y, a veces, se convierte en ella. Las ideas fugaces (positivas o negativas) hacen que nuestro cerebro vaya más rápido de lo que debe, convirtiendo esos pensamientos en algo material, plausible. Nos pesa, porque es un objeto macizo. Einstein quizá no vio las implicaciones de su ecuación: nosotros gastamos energía, pensamos a velocidades relativistas, luego adquirimos masa, y cuánta más masa tienen nuestros problemas, menos capacidad tenemos para resolverlos. Necesitaríamos un aporte de energía infinito. Todas estas cargas, ahora sí literales, son como si tuviéramos más fuerzas de rozamiento que nos impiden avanzar. Podría ser la Fuerza de Rozamiento Lúgubre. Caminando, los pies nos pesan, y se agarran al suelo como si tuviéramos cien, agarrándose a las irregularidades del asfalto, tirando en sentido contrario. Podríamos desear ser, en esos momentos, observadores externos, en nuestro propio sistema de referencia no ligado. Mirar desde todos los ángulos, despreciar la perspectiva para tener una visión global 4D. Girando en torno a ellos, enviándoles ondas de luz que nos llegarían de nuevo desplazadas al rojo o al azul, analizando un espectro aún más amplio gracias al movimiento. Los problemas son susceptibles al efecto Doppler. La perspectiva con que los percibes depende de la velocidad con la que te mueves, y si es hacia ellos o, por el contrario, huyes. Si tomas decisiones precipitadas, no se solucionan, porque las longitudes de onda van atropellándose, acortándose, agudizándose. Si sales por piernas, la onda se alarga, pero no lo suficiente para romperse. Uno está ligado a sus pensamientos, y no puede escapar de su atracción gravitatoria. Ni ellos de ti. Somos sistemas dobles, dos estrellas girando en torno al centro de masas, un planeta y su satélite. En simbiosis. Sincronizados. En ello, la memoria, hace las veces de cajón de sastre. Cajón en el que sabes que está todo lo que necesitas, pero que siempre encuentras lo que no quieres en ese momento. Las cosas banales, fútiles, deben ocupar más espacio, o tener colores vistosos. Deben ser más ligeras, y se quedan en las capas de arriba, cerca de la tapa, como enganchadas con un muelle para que salten y no puedas concentrarte en lo que necesitas. Sería bueno tener un índice, tener las noticias, los recuerdos de aquella chica, o de aquel curso, de ese día que jugaste tan bien al rugby o al tenis, las vivencias de nuestro viaje, los olores de cada momento y los sabores con sus sinsabores. Todo etiquetado, metido en las bolsas de plástico en las que tengo los comics para que no se deterioren. Aislados del polvo que se acumula en la singladura, de las ondas de alta energía que los chamuscarían, de los campos electromagnéticos que los cambiarían de forma, polarizándolos. En el catálogo de Ikea falta una sección: embalajes aislantes para recuerdos imperecederos. Los perecederos ya se quedan ahí solitos, sin que nadie se lo pida. Los recuerdos, son lo único que pesa más que los problemas. Quizá porque nadie sabe resetearse, o hacer limpieza, quizá nadie sabe como ordenarlo, ni tener un índice, ni siquiera un orden de prioridades. Los recuerdos, van por libre, partículas dispersas, de ésas que existen en un mundo cuya velocidad mínima es la de la luz, que necesitan perder masa para ir aún más rápido. Existen, y no podemos cazarlos, sólo intentar confinarlos, como si tuviéramos grandes campos magnéticos, para que no se nos descontrolen. Eso somos, un gran acelerador de recuerdos confinados, que, si no lo calculamos bien, nos estallarán tarde o temprano.

Ni por asomo es una paranoia, sino algo real, muy cierto:
http://ulises26.blogspot.com/2011/09/mas-tiempo-por-metro-cuadrado.html

miércoles, 7 de septiembre de 2011

El tiempo de los valientes


Como todos los grandes espectáculos deportivos en los que participan equipos de todo el mundo, el rugby tiene su fiesta grande cada cuatro años. A pesar de ser un torneo con una corta historia – el primer mundial fue en 1987 – es uno de los espectáculos deportivos más vistos en todo el mundo. Juegos Olímpicos, Mundial de Fútbol, Mundial de Rugby…la créme de la créme. En este deporte, la diferencia abismal que hay entre el primer mundo y el segundo mundo, hace que las sorpresas sean escasas, salvo en los mundiales. Las todopoderosas selecciones del sur, sufren a veces contra los vecinos más técnicos del norte, que, decidiendo ser David con su honda, amargan la existencia de los goliats, más perdidos que nunca. Así, antes de empezar, siempre hay tres favoritos: Nueva Zelanda, Australia y Sudáfrica. Luego están las dos alternativas por si algo falla, que son Inglaterra y Francia. El resto no cuenta. Son más equipos porque el torneo tiene que durar más de una semana. Los últimos años, siempre han dado la sorpresa los mismos, pues Francia suele ganar a Nueva Zelanda cuando mejor están jugando éstos, o Inglaterra va y gana el Mundial en 2003 para asombro de medio mundo. Pero más que la sorpresa de que Francia gane a los All Blacks, está la de que éstos pierdan. Siempre son los primeros candidatos al título. En los campos por los que pasan en esos cuatro años entre mundial y mundial, no vuelve a crecer la hierba. Atila disfrazado de maorí, con otros 14 fulanos a cuál más grande, arrasando a cada equipo con el que se cruzan. Y es literal porque es un deporte de contacto. De mucho contacto. Para ganar, hay que chocar, golpear, pisar y destrozar, y no creo que haya nada peor que tener delante a NZ con su hambre insaciable de victoria. Sólo escuchar su haka previa al partido ya haría que se me cayesen los pantalones. Este año, tras el fracaso del 2007, NZ tiene aún más presión, aún más miedo, aún más problemas. Juega en casa, y, teniendo en cuenta que el rugby es más que la religión, más que una afición, más que una costumbre, el placer se convierte en deber, y éste, en obligación. Todo lo que no sea arrasar, será considerado traición. Si esta vez fracasan, muchos no volverán a vestir la camiseta negra con el helecho plateado. Es cuestión de honor y de orgullo. Una nación entera que sabe que su equipo no tiene rival, pero al que siempre le sale uno inesperado cada cuatro años. Sólo han sido campeones una vez, la primera, sentando las bases del futuro que nunca repetirían. Es su año. Y no tienen otra opción, como dice Eminem:
“Success is my only motherfucking option, failure’s not”
Lo tienen todo. Una delantera fuerte, rápida, técnica y sin piedad. Unos medios portentosos, y unos trescuartos llenos de energía. Gente que juega con los ojos cerrados y un tío que mete patadas desde cualquier parte del campo. Que no falla ni tirando a propósito. McCaw, Carter, Muliaina, Kaino, Weepu, Conrad Smith, Sonny Bill Williams, Nonu… El viernes empieza todo. Esperemos que no acabe como otros años. Se lo deben a Taine Randell, a Carlos Spencer, a Christian Cullen, a Josh Cronfeld, Andrew Merthens, Justin Marshall, Tana Umaga y tantos otros genios.

martes, 6 de septiembre de 2011

lunes, 5 de septiembre de 2011

Haiku particular

Cuento partículas
que separan los vacíos.
Y no me entero.

El bosón del "to be or not to be"


La Física de Partículas es como estudiar un poco la Historia de nuestro Universo, y las Partículas elementales, los hechos básicos que propician que todo lo demás ocurra o exista. Parece mentira, pero la única manera de entender lo que somos, lo que tenemos y cómo ha llegado ahí, es estudiar lo más pequeño que hemos encontrado: partículas tan ínfimas que muchas veces sólo pueden ser detectadas si se mueven a toda leche, o si se mueven y encima colisionan con otras. Ahí es cuando las ecuaciones de Einstein tienen sentido más allá de llenar camisetas con el E=mc2. Por supuesto, esto no es más que una simplificación, ya que la ecuación que se emplea, es un chorizo algo más grande. En definitiva, no es más que una transferencia o equivalencia entre masa y energía. La diferencia entre una y otra no es más que un número, una constante. Así pues, los esfuerzos de un montón de sheldoncoopers están totalmente centrados en encontrar ciertas particulitas que servirán para finalizar nuestro modelo estándar del Universo o para descojonarlo entero, pues todo reside en una única partícula/campo. Si existe, genial, se conoce casi todo. Si no, se joroba el modelo y hay que pensar en algo que lo substituya. Es casi más emocionante la segunda opción, pues crearía nuevos retos a los Físicos, pero también sería algo decepcionante estar casi seguros de que existe una cosa y, tras años de búsqueda, comprobar que no existe. Los Físicos, son más optimistas de lo normal, pues ante un revés, siempre ven el lado positivo: ahora hay más cosas que podemos saber. Hace años, una cosa así, se interpretaba como un gran fracaso, pero eso no es más que por obstinación. Se está tan seguro de que algo es de una cierta manera, que si ven que no, pensaban que lo estaban haciendo mal, que eran unos fracasados. Eso le pasó al bueno de Michelson, que se empeñó durante 50 años en demostrar que el éter existía. La suposición era que nuestro “vacío” era en realidad un medio material, al que llamaron éter, y que servía para la propagación de las ondas de luz, al igual que el sonido necesitaba el aire. Bien, pretendían demostrar que los haces de luz se desviaban al moverse en una dirección u otra como si el éter opusiera una resistencia a su movimiento, por lo que su velocidad y su trayectoria cambiaban si el movimiento era en un sentido o en otro. Tras mil experimentos y de conseguir paralizar el tráfico de una ciudad como Chicago (si mis profesores no me engañaron) durante unas horas para que el baño de mercurio que absorbía las vibraciones fuera aún más eficaz, los resultados no fueron los esperados. Encontraron que la velocidad de la luz era la misma, se moviera eso como se moviera, ya fuera en el sentido de movimiento de la Tierra, o al contrario. Es, como en física newtoniana, el hecho de ir dentro de un tren andando. Si el tren va a velocidad “v” y tú andas, en realidad, con respecto al tren vas a velocidad “w”, pero con respecto al exterior, vas a “v+w”. Si andas en sentido contrario al movimiento del tren, entonces vas a “v-w”. Eso mismo querían detectar, pero no lo consiguieron. Michelson tenía dos opciones: creer que estaba todo bien y que entonces no había éter y que la luz tenía una velocidad constante, o creer que era un ceporro y un fracasado que no era capaz de explicar algo tan evidente. Eligió la segunda opción, cuando en realidad, hizo un grandísimo descubrimiento. Quizá, de eso ha aprendido la Comunidad Científica, pues una de las partes más importantes de un experimento, es saber interpretar los datos que obtienes. No puedes ir centrado en una conclusión, porque entonces estás condicionando el propio experimento. Hay que tener la mente abierta para aceptar otros resultados diferentes de los esperados. Por lo que sé, en el LHC del CERN, tienen la mente abierta, y, aunque esperan encontrar el bosón (y, por consiguiente, el campo) de Higgs que explicaría de dónde sale la masa de todas las demás partículas, si no lo encuentran, sabrán que nuestras teorías tan probadas y resistentes a prueba de “bombas”, han de ser cambiadas. En cualquier caso, un emocionante futuro científico nos espera, aunque nos desarme la cuadrícula mental que teníamos asumida.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Visionario


Un día u otro, alguien conseguirá que el teletransporte pase de ser una realidad cuántica a ser macrobiótica. Si, por una vez, los japoneses tuviesen razón, y Goku fuera el ejemplo de científico que, lamentablemente, no es, bastaría con poner dos dedos en tu frente y concentrarte en el sitio al que quieres ir. Detectar su energía y listo. No te digo ya volar...que eso sería la pera, como tener de mascota una nube que te obedece. O, por citar otro avance dragonbolliano, ¿para cuándo una casa que con un botón entre en una cápsula de amoxicilina? Una casa, o la moto, o todo lo que tienes en el trastero. Te vas de vacaciones, y al llegar ¿qué haces?…sacar la moto para presumir!! Ryanair se iría a pique con esta idea. Nadie iría con sobrepeso, salvo fruto de las hamburguesas. También se acabaría el problema de la zona azul y de la zona verde. El ayuntamiento a tomar por saco. Demasiadas cosas bonitas en una sola imagen. Si tan sólo pudiera ser lo listo que soy, pero, por una vez, en el momento adecuado…