martes, 31 de julio de 2012

Primera ruta...a Siena





La ruta de hoy tenía que terminar en Siena, y los pasos intermedios los cambiamos por consejo de una pareja italiana que conoció Jaime en el barco. Desayunamos junto al lago, y hacía un calor que no creo que si nos hubiéramos bañado habríamos estado más mojados. Joder qué sudada más tonta. Por cierto, estrenamos el primer juego de camisetas Mangarrianas: Rafa, roja; Jaime, verde; y yo, blanca. José no se puso, así que nos hizo la foto. Eso, emprendimos rumbo a las Termas de Saturnia. Así dicho suena a que somos lerdos, ir a unas termas con casi 40 graditos que hace, pero tenían tan buena pinta que había que probar. La carretera fue bonita al principio, bordeando el lago, subiendo unos montes...pero tuvimos nuestro momento atasco en pueblos del infierno, zonas como Viterbo. Avanzásemos lo que avanzásemos siempre había carteles de Viterbo. ¿Hay más de uno? ¿Estamos metidos en un bucle? Desesperante. Pero al final salimos y otra vez camino bonito. Paramos a comprar pan en un pueblo precioso (¿Nombre?) y seguimos monte arriba monte abajo. Hasta las termas, que estaban petadas. Entendimos rápido por qué. Joé qué sitio en medio de la nada. Escalones de piedra llenos de gente bajo los chorros calientes de las termas. Olor a azufre sí, millones de personas, también. Pero qué maravilla. Estuvimos en el agua no sé las horas. 






Un día después, tras 4 duchas, 2 piscinas y horas de sudor...seguimos oliendo a azufre!!! Había montones de colegialas holandesas. Sí queridos niños, holandesas. Con todo lo bueno que tienen...O_O 

Ya en ruta otra vez, atravesamos colinas varias, curvas, autopista y por fin, Siena. Encontramos el camping no sin dificultad, pero estaba muy bien. El suelo duro, no había quien clavara piquetas aunque baños y piscina impolutos. Conocimos a un tipo valenciano que iba con un chico en bici adaptada para paralíticos, vamos, que braceas. El chaval quería entrar en el Guiness de los récords haciendo 6000 Km en tres semanas, acabando en Londres. El objetivo es darse publicidad para lograr una plaza en los Paralímpicos de Brasil 2016. Con un par... También un polaco que recorría Italia; y una belga que hacía lo mismo en otra dirección. Muchos amigüitos. Bajamos a Siena a cenar. Qué ciudad más impresionante. Da gusto pasear por sitios así. Callejeamos, tomamos helado, hicimos fotos y disfrutamos, sin más. Jaime tiene razón, son sitios para ir con chavalillas, no Mangarrianas. Pero es lo que hay. Hace a dormir. Mañana es un día relativamente calmado, poca moto, mucho calor, seguro.


Boat trip



La noche no fue mala, ni siquiera vomitamos. Si es que el barco no se mueve nada. Es como un edificio. Te asomas como desde la ventana de tu casa. La piscina es enana y de agua salada, pero da la vida. Con el solete tan majo que hay, es maravilloso hacer una bomba. Los que están al lado no piensan lo mismo. Así pasamos el día: tumbona, cremita, piscina, birra, comida...y mirando jovenzuelas. Menos mal que no hay policía en el barco...pero es que las hijas suelen estar mejor que las madres. Es un axioma. De las pocas verdades universales. 








Llegamos a Civitavecchia 2h tarde. Ya sabemos, son italianos. El trafico marítimo, los semáforos...en fin, que salimos del barco ya de noche. Había luz, pero poca. Por lo menos, la rampa de salida fue bien, con el miedo que la teníamos. Imagina bajar de un tercer piso, por una rampa metálica posiblemente mojada. La idea nos agradó muy poco durante el viaje, pero todo fue bien. Nos despedimos de nuestro amigo Juan Antonio, que ponía rumbo a Ancona para coger un ferry a Split al día siguiente. Le escribiremos un día a ver qué tal le va. El trayecto hacia Bracciano ya fue otra cosa. Seguro que día era agradable, pero de noche, sin conocer nada, pues a mí no me gustó. No veía ni jurar...No obstante, llegamos sin problemas al campeggio Azzurro, junto sl lago. Mal camping, pero nos dio igual. Nos fuimos a cenar a Bracciano pueblo, y encontramos una pizzería-kebab. Nos pedimos una pizza enorme, pero que no sabía a nada. Aún así nos supo a teta. Y luego, nos sentamos en un puesto de sandías. Sí, vendían rodajas de sandía. Exquisito. Birra y a la cama. El día había sido agotador de no hacer absolutamente nada.

Echa a andar el Mangarrián Tour



Echa a andar el Mangarrián Tour 2012...tras una última semana en la que no nos aguantábamos de lo nervioso que estábamos. Es difícil de entender si no sabes que empezamos a pensar en el viaje en Navidades, y ya en Enero decidimos irnos a parte del grupito amigo de Jaime, que no querían esta ruta. Mejor elección imposible. 
Así pues, hoy sábado 28 es un día para apuntar en el calendario: primer gran viaje en moto, que no será el último. 
El punto de quedada, un lugar en medio de ninguna parte: El Burgos de Ebro. Jaime, Rafa y José salen de Valladolid. Yo, desde Madrí. A las 7.30 estoy ya con todo empaquetado, bien atado y el iPod encendido. Suena Bruce y arranco en una mañana fresca, que se convertiría en fría nada más acelerar. En manga corta y con cazadora de moto de verano, tu en que parar a los 90 Km de la tiritona que llevaba. Sí, siempre hago la misma, lo sé. Pero por algo esto se llama Mangarrián Tour, y no Cerebritos Tour. Sin más cosas reseñables, nos encontramos en el pueblo. Abrazos, cocacolas, y palante que aún quedan otros 300 Km hasta Barcelona. El viaje transcurrió tranquilo y no hay realmente nada que decir, salvo un apunte cultural: una whiskería ¿se llama así porque las muchachuelas que trabajan allí son de Malta? Nunca lo sabré, me temo. Pero ahí estaba el cartel cerca de Lleida. En Barcelona Fefo nos dio un paseo turístico por Esplugues, maravilloso lugar que no tiene nada. Con los 35 graditos de na, decidimos cambiarnos de ropa en mitad de una rotonda. Para asombro de la señora que estaba sentada tranquilamente en un banco, nos quedamos en gayumbos José y yo, ahí en mitad de la calle. Lo sentimos señora, pero necesitábamos unos pantalones cortos. Así sí. Tras vueltas varias, aparcamos en la Barceloneta, moto a la sombra, culo a la sombra -en un jardín, claro. En la gloria. Pegajosos, pero estupendamente. Bocadillo cortesía de Mrs. Anadón, cerveza cortesía de Pakistanís & Co. Y fuet de papito. Decidimos ir al puerto pronto, por si nos dejaban embarcar antes. Pues no, no nos dejaron. Pero a cambio de las casi 3 hormigas de espera, hicimos amigos. Bueno, Jaime hizo amigos. Primero Juan Antonio, un almeriense que viajaba solo con su 1200 GS Adventure. Su destino: Rumanía, pasando por Croacia y demás. Un tipo simpático que ha recorrido media Europa en su moto: Croacia, Bosnia, Cabo Norte...y Marruecos. Por supuesto, apuntamos su Mail para escribirle en caso de necesidad documental. Luego Jaime se puso a hablar con una pareja italiana que volvían desde Santiago en du Super Tenere 1200. Nos explicaron lugares que visitar, nos dieron nombres de pueblos, nos enseñaron el mapa...un encanto. Gracias a ellos veremos pronto unas termas naturales impresionantes. Y gratis!!! Somos españoles, no estamos para pagar por ver agua caliente en verano...
Bueno, que sí, que subimos al barco...el garaje es tan grande que uno piensa si no nos habrán metido en una nave industrial en lugar de en un barco. Pero luego uno se asoma y ve agua, así que o las naves industriales flotan, o sí, es un barco. Duchita -estábamos tan pegajosos que podríamos quedarnos pegados contra una pared no porosa- y a cenar. De camino al comedor pasamos por la Super disco...qué panorama... ¿Era eso Bendidorm, Torrevieja? Un tizianoferro de pegote ahí cantando con el organillo para cuatro viejas entregadas. Si llevábamos 15 minutos en el barco, ¿Se habían subido ya mamadas? Telita...
Cenas a parte, por fin subimos a la cubierta, piso 11. Todo el mar ante nosotros, la luna dejándonos ver algo y una birra en la mano. Sentados en una silla frente a la barandilla, no teníamos nada cerca, ni nadie. Nosotros, y el mar. Mañana será otro día. 



viernes, 27 de julio de 2012

Un poco de Montaña Palentina - Curavacas





Uno tiene ciertos recuerdos de la infancia que no se borran. No sé el proceso por el que unos se eliminan -los que más- y otros perduran -los menos-. No recuerdo casi nada que empiece por un: “¿te acuerdas hijo aquel día en el 92 en que…?”. A veces pienso que he nacido con 15 años. Si no fuera por ciertos recuerdos aislados, como algunos de Sepúlveda, algunos de San Sebastián, algunos del colegio y poco más. Uno de los recuerdos que tengo es del verano en nos fuimos de vacaciones a la montaña Palentina, cerca del Espigüete. Desde entonces, no había vuelto allí. Bien por estar escondido desde Madrid, bien porque uno intenta mirar más hacia arriba, cometiendo el error de olvidar montañas tan bonitas como la anterior o el Curavacas (2520m). Así pues, ya tocaba, con lo que enfilamos la carretera rumbo a Camporredondo de Alba, al pie del Espigüete. El plan era sencillo: Curavacas el sábado y Espigüete el domingo. Claro, con mi forma física. Nos envalentonamos, como siempre, y dijimos: “¿a qué no hay huevos y los hacemos seguidos?” Bien, ya seguiremos con esto.

Llegamos no sin apuros, ya que allí los coches deben ser un bien escaso. Entre las vacas tras cada curva de la carretera del pantano –no podían ponerse en una recta para verlas bien, no- y las viejas andarinas que van por todo el medio de la carretera –también en curvas- y los perros que deciden aprovechar una sombrica en la carretera…no sabíamos si llegaríamos sin atropellar a nadie. Una vez allí, sin incidentes nos fuimos a hacer la tarea habitual de una tarde pre o post montaña: beber cerveza. Hay que integrarse con la gente del pueblo. Allí, al lado de un oso-perro muy mimoso, nos tomamos unas cervecitas. ¿Cuántas? Bueno, las justas. Ni más ni menos de las que nos entraban. Luego cenita y pa la cama, como niños buenos.



Nos levantamos pronto, a las 6.30, pero remoloneamos un poco. Yo no amanecí sobrado de energía, y algo me decía que eso no tenía buena pinta. Desayunamos en un hotelito a medio camino de Vidrieros y en seguida nos vimos ya aparcados, con la mochila a cuestas enfilando la salida del pueblo. Qué pereza empezar a andar, pero el paisaje compensa. Adelantamos a los primeros domingueros que estaban a puntito de salir, y seguimos el camino sin posibilidad de pérdida. La primera parte me dejó medio muerto, y eso que era caminito normal, pero supuse que era lo típico de los comienzos. Hasta que entro en calor, tardo. Las primeras rampas son duras. Y las segundas y las terceras. Y lo peor es el terreno, que no es nada cómodo: piedras sueltas que agarran bastante poco y te hace la subida un coñazo del 15. Además, se confirmó que me encontraba en un estado deplorable y sufrí  más que en un 8mil. Joder qué sudada. Si me ponen un cubo debajo, lo lleno 7 veces. Cada 4 pasos me paraba y me preguntaba por qué demonios estaba ahí, si estaba fatal. De hecho, pensé que no llegaría a la cima. Una sensación rara. Miguel, intentaba animarme, con escaso resultado. Sólo funcionó el: “si quieres nos damos la vuelta tío”. Y mi respuesta fue: “y un huevo. Si yo paro, tú no subes. Así que yo subo”.



Amos hombre, me voy a dar la vuelta…ni de broma. Por fin, tras resoplidos varios, un poco de energía en forma de barrita y de juramentos en hebreo por las puñeteras piedras, llegamos a la roca tras la que se esconde el último tramo de subida: el bueno. Digo el bueno porque ahí sí era entretenido, ya que había que trepar continuamente, y con buenos agarres siempre. Cómodo y divertido. Se me pasó la mala leche que tenía. Llegamos al paso que da acceso a la cara Norte, y rápidamente en la cima (casi me da un tirón en los cuádriceps justo arriba, qué penica). Foto, aire y, sobre todo FUET. Sí amigos, la última vez lo olvidamos, pero ésta no. 




Desde arriba, los Picos de Europa aparecían como grandes montañas al Norte, el Espigüete metía miedo al oeste y al sur, el valle por el que habíamos venido y el pantano de Cardaño. En ese momento ya estaba seguro de que el domingo sería imposible que yo hiciera nada. Con un estado de forma lamentable y el dolor que tenía en las piernas, no merece la pena intentar nada. Es sufrir sin necesidad. Bajamos, no sin apuros y caídas, pero nada reseñable. Bueno sí, nos cruzamos con una chica bastante interesante… ¡Y no nos caímos! Vamos mejorando. No obstante, Miguel sintiendo el peligro, se alejaba de mí por si rodaba y le arrollaba. Más vale prevenir que llamar a la grúa para que nos levante. El resto fácil: pal pueblo, ducha, recogimos, y a Valladolid a cervecear y copetear. Es una bonita manera de terminar un viaje a una zona olvidad que bien merece otra visita. Quizá invernal, si nos atrevemos. Siguiente plan: curso de aristas o Veleta y Mulhacén, en Octubre. Espero estar menos tocino para entonces.

martes, 24 de julio de 2012

La conquista del Moro Almanzor (10 Junio)




El Almanzor no es el pico más alto de la Tierra, ni siquiera de España. No es un pico que tenga nada especial, salvo que es especial. Especial porque me echó una vez a mí, y dos a Miguel. Especial porque hay que tener algo de la valentía que antes no teníamos. Especial porque está en el sitio adecuado, porque mejora si te quedas en el refugio y porque es, en general, un pico bonito que permite que superes los miedos que tienes. La gente se lo sube sin problemas, da igual trepar que no trepar. Pero cuando pesas 100 Kg y la agilidad es algo que te resulta ajeno (igual que la flexibilidad…curiosos conceptos), las trepadas finales hacen que te pienses si merece la pena hacer el esfuerzo mental de sujetarse en único punto de apoyo decente mientras elevas tu imponente masa pancetera sobre los riscos graníticos. Más que por elevarlos, por lo que pueda pasar si te la pegas. Ya no es tanto que te abras la cabeza, que no es fácil tratándose de nosotros, como que te cargues media montaña a tocinazo limpio rodando piedras abajo. Seguro que hay alguna normativa que encime nos hace pagar la montaña. Y suficiente tendrían mis padres con hacerme una fogata como para encima pagar una montaña.
Así pues, emprendimos nuestro camino un viernes nada más salir de la oficina. Viaje y al refu. Hacía muuucho que no montañeaba en condiciones, así que la llegada al refu fue un coñazo. Me dolía la espalda y me tenía que parar cada poco para que no se me cargaran las lumbres. No obstante, el tiempo era excelente, las vistas preciosas y al final, pues llegamos en el tiempo normal para la ruta: algo menos de 2 horas. Había cabras por todos los lados, y no se asustaban demasiado. Eso era que sabían que teníamos cena incluida y no corrían peligro. Si fueran cerdos, o vacas…ni haber pagado ya la cena les habría servido. Chuletón, fogata, y siesta. Plan estupendo. Pero eran cabras, y de haber ido a por ellas, habrían dado saltos como cobardes. No estamos para eso aún.
En el refu, como siempre, buen ambiente. Algún crío tipo Mowgli, algún dominguero, algún tipo con pinta de experto. Y nosotros cervecita en mano. Las victorias, aunque sean pequeñas, se celebran con cerveza. No hay otra. Cena, vistazo a las estrellas que no nos veían, de tan insignificantes que somos, y al saco. Ronquidos varios, ahogos por mi parte y sufrimiento de Miguel en general después. Así pasamos la noche. El despertar es raro para ser el Elola: no mueres congelado al salir del saco, no se te corta la digestión, no quieres morirte con tal de no salir de ahí…Es decir, un buen despertar, aunque suene raro. Nos adecentamos, desayunamos y pa’rriba bien tempranito. Serían en torno a las 8 AM, pero no recuerdo. Sólo unos chicos salieron antes que nosotros, chicos que luego encontraríamos en la cima con más miedo que si estuviera en una cornisa con un Miura hambriento.
La ruta transcurrió bien, de hecho estuvo estupenda. No sabíamos si había nieve en la portilla del Crampón, así que decidimos esperar para elegir portilla. Estaba todo despejado, y tras un camino muy entretenido, empezamos la portilla. En invierno esto tiene que dar un miedito del 15. A pesar de nuestra no agilidad, llegamos sin problemas al fin de la portilla, y sólo nos quedaba ya la última parte: nuestras temidas trepadas. Hubo un momento de duda y zozobro, pero Miguel se convenció de que era sencillo cuando unos andaluces muy majetes no adelantaron saltando cual cabritillos joviales. Tanto, que subió sin darse cuenta de que le había engañado un poco con el paso aéreo final, que le dije que no había. Un gran triunfo de la sugestión, vencido. En la cima no nos pusimos de pie por respeto a la gravedad newtoniana. Un tipo que además de genio fue diputado en la cámara inglesa se merece un respeto, cuanto menos. A pesar de que la única vez que abrió la boca en el parlamento fue para decir que tenía frío y que cerraran una venta (no me lo invento). No obstante, hay foto para que nuestro maestro-castor Macaco no dudara de nuestra cobarde palabra.
Ahí fue cuando, para nuestro asombro, asomaron los chicos que habían salido pronto, pero por una vertiente que no es la normal. Acojonados (no hay otra palabra) dicen que no podían bajar por ahí, que tenían miedo de matarse y que habían subido por ese lado con zapatillas de deporte, sin cuerdas, ni material alguno, sin agua, sin conocer la ruta ni preguntar en el refu. Vamos, podíamos habernos encontrados sus sesos desparramados al bajar muy tranquilamente, pero esa gente, como todos los ineptos, tuvo suerte. No les pasó nada y bajaron con notros indicándoles el camino. Majetes, pero imbéciles por jugarse el tipo de manera tan estúpida.
La bajada fue bien, Miguel iba como un tiro (y no, él no tiene más masa, así que yo debería haber bajado más deprisa) y llegamos abajo rápidamente. Pagamos el refu, recogimos nuestras cosas, cocacolita para recuperar y hale, pal coche y al pueblo.
Allí, comimos tan felices con nuestras jarras de 1L de fría cerveza, nuestras raciones y sabiendo que la siesta nos esperaba a 3 metros de ahí.
El Almanzor nos dejó subir esta vez, no permitió que nos echáramos atrás, y fue compasivo con los 3 imbéciles que quisieron matarse. Otras veces, el moro no es tan indulgente. Con esto, el viaje fue un éxito. Si me hubiera tomado algo para no tener agujetas, habría sido todo mejor.


 El relato de Miguel, que esta vez se anima a decir algo:


El Almanzor, cuyo nombre en realidad es Plaza del Moro Almanzor, es una montaña emblemática. Quizá por ser la más alta de la zona central de la península, quizá porque al ser Gredos la zona de alta montaña más cercana a Madrid tiene un ambiente especial, muy montañero, en el que se reúne gente ligada a estos deportes con mucho nivel, gente que sin ser tan profesional lleva treinta años subiendo montañas, gente que nos estamos iniciando en esto… y algún dominguero, cómo no, estamos cerca de Madrid.
La realidad es que es un sitio especial, el refugio Elola es el epicentro de los deportes de montaña en la zona centro, todo el mundo lo conoce y quien no ha estado en Gredos haciendo algún pico, siquiera sea en verano, se siente un peldaño por debajo del que sí ha estado.
Nosotros ya habíamos subido ese peldaño, por rutas en Gredos y fuera de él, pero nos habíamos dejado algo en el escalón anterior, y ese fin de semana lo recogimos. Hacer cima en el Almanzor marca la superación de una pequeña etapa en la progresión en este deporte, como la primera vez que un niño mete un gol jugando al fútbol.
El Almanzor marca esa diferencia por derecho propio, pero también porque supone un primer contacto con un tipo de montaña distinta a la que estamos acostumbrados, donde la cima se alcanza con el mero esfuerzo de caminar, mayor o menor según las ocasiones. Es la primera montaña en la que necesitamos hacer trepadas con cierto peligro, no por su dificultad objetiva, sino por tener el vacío muy cerca, y esa vista de la caída a pocos centímetros de ti agarrota bastante. Lo que trepamos en el Almanzor lo puede subir cualquiera si hay un suelo de hierba debajo, pero allí lo que tienes es una pendiente muy vertical formada por grandes bloques de piedra, así que la caída es ciertamente peligrosa.
Así pues, ese fin de semana ganamos bastante, ganamos felicidad, diversión, currículum montañero, satisfacción y recuperamos ilusión por la montaña, que la teníamos un poco abandonada y un poco de honor montañero, que quizá nunca perdimos. El caso es que, quedando mucho que subir en zonas cercanas, hecho esto uno se siente un poco más legitimado para ir a buscar cimas más grandes un poco más lejos, Pirineos, Sierra Nevada, Picos de Europa… no parecen ahora exigir un nivel tanto más alto que el nuestro como lo parecían antes, y eso hace que te entren ganas de ir, de subir, de aguantar un poco el miedo y superarte, porque sabes que la sensación posterior te recompensa con creces.
Si todo eso lo sumas a cosas más importantes, como pasar tiempo con buenos amigos, con quienes no siempre es fácil coincidir y que ello haga que surjan más ocasiones, no se me ocurre qué más pedirle al fin de semana. Bueno, sí, cervecitas y torreznos al llegar abajo, pero de eso también hubo ¿alguien lo dudaba?
En definitiva, un pequeño paso para la humanidad, pero un paso importante para nosotros y nuestra afición.


Y bueno, ya era hora de volver a la montaña. Desde Cabezas de Hierro al final del invierno, no habíamos pisado nuestra querida montaña...