lunes, 16 de septiembre de 2013

¿Quién quiere ser español?



Que, a día de hoy, los catalanes quieran dejar de ser españoles de facto no deja de ser una estrategia política para que nadie eche un vistazo a las cuentas, al paro o a la panda de golfos en general que campan impunes y alegres por nuestros campos y calles. A veces pienso que el insigne Mariano ha cogido el teléfono y ha dicho: "Oye Artur, que digo yo si no puedes tocar un poco los cojones para que no me den más por saco, así te dan caña a ti". Y Artur, solícito él, cogió el testigo. Pero, quién puede culpar a nadie que quiera dejar de ser español, si deberíamos exiliarnos todos, cambiarnos de nacionalidad o negar rotundamente de dónde somos. Más que nada porque hasta ahora nos tomaban por imbéciles, juerguistas y paletos, pero ahora somos eso y encima, chorizos. Vamos, al nivel de Italia, Portugal o Grecia. Joyitas. Con políticos absolutamente memos capaces de sacar pecho patrio en lugar de sonrojarse por su necedad y su sinvergonzonería. Bien, los catalanes son los primeros en dar el paso de amenazar con un referéndum ilegal para expresar su legal opinión. Lo que quizá no se den cuenta es que, mientras formen parte de la España (vergonzosa o no) que todos somos, la opinión debemos expresarla todos. Todos y cada uno de los españoles. Sorprendidos, tendrán que formar la Liga Catalana de Fútbol para ver el Palamós vs Barça cuando las urnas arrojen el sentir popular: ellos querrán quedarse, -que está el mundo para irse de excursión- y los demás, que se vayan. 

Luego irán Euskadi, El Bierzo, el barrio de Moratalaz, Linares libre y Villablino DF. Ser español, no está de moda. Ni las suecas te miran ya con candor. Mejor pues, huir. Total, nos calzamos la boina y damos palmas y nos echan unos euros en cualquier parte del mundo. Y si vamos al zoo, cacahuetes.

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