viernes, 23 de mayo de 2014

Orden




Sigue sin haber un cantante en el escenario. Famoso o de barrio, es mi escenario. Un escenario vacío en el que te hartas de un trabajo, por ejemplo. Ese “un” implica concreción. A veces debes saber ser concreto.
Vienes de viaje y te encuentras las maletas en la puerta. Se te juntan con las que van contigo. Maletas. Muchas. En unas te cabe la ropa. En otras, trastos. Luego, hay cosas que no encuentran cabida en ninguna parte. Tampoco puedes con ellas. Has adelgazado en las montañas.
Así que empiezas por orden. Más bien, por ordenar. Ordenas un espacio con cosas. Ajuste de aristas, lo llamo. Me gustan las aristas. Quizá es lo único uniforme, sin mácula. Luego queda lo difícil: ordenar lo que no es uniforme, que no tiene aristas limpias. Se joden la simetría, la proporción, la pureza. Quizá por eso es tan difícil. Cuando te pones a hacer orden, molesta que te interrumpan. Te saca de tu planificación. Deja de encajar tu cuadriculada mente de consultor. Tiempos de entrega.
Te interrumpen, que me desvío. EEUU. No hay peor interrupción que la que te interesa. Revisas tu plan, punto por punto:
Ordenar tu cabeza-hablar con M-ordenar tu cabeza-colgar cuadros-tener abdominales-escribir
Dos veces. Tres veces. Cien veces. No pone EEUU. Y si quiero que lo ponga, ¿qué quito? ¿Cabeza-M-Cabeza? No puede ser tan sencillo. Hay truco. No puede tener sentido aferrarse al orden como método de supervivencia.

No hay otoño al que echar la culpa, pues las hojas no se caen ya desde hace tiempo.

2 comentarios:

  1. cómo que no se caen... si vienes de tirarlas, todas

    bonito texto, by the way
    es más fácil escribir que vivir, sí

    un abrazo

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  2. A veces eres de gran ayuda, sí.

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