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Desplazándome a toda velocidad, las cosas dejan de tener la misma perspectiva. Todo es más sencillo, banal. El camino, más corto, es el más corto. Sin vueltas ni dobleces. Y te ves como un átomo, con su capa de valencia y los electrones libres. Tienes la capacidad de interactuar con otros átomos, de intercambiar electrones, de compartirlos. Electrones que están ansiosos por ser compartidos, puestos en común. Y no arrancados salvajemente sin contemplaciones, dejándote a la intemperie, con menos protección, y con espacios en blanco. Uno intenta despojarse de aquello que le sobra, y sólo consigue que le arrebaten las capas, una a una, dejándole solo consigo mismo. Un hombre, su núcleo. Viendo cómo esas pequeñas partículas que compartía, escapan ingrávidas, fútiles. Se queda solo con sus prejuicios y sus valores. Con sus temores en una maraña de electrones libres que rehuyen contribuir a tu valencia.
increíble analogía señor. :D
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