Una
de las ventajas de ser rico podría ser, sin ir más lejos, la de tener un
asistente personal. Muchos le mandarían a hacer recados; o les llevaría su
agenda; quizá atendiera las labores sociales por ellos o se encargara de
llevarlo y traerlo. Te lleva los trajes y las corbatas a la tintorería, va a las
tiendas a probarse las camisas por ti y te consigue la cita con la chica que
quieres -ya te acuestas tú con ella, eso sí. Está para abrirte el coche y, sobre todo, para aparcártelo luego. ¿Pero
nadie ha pensado que realmente un asistente personal debería servir única y
exclusivamente para subirte las mangas del jersey cuando estás fregando los
platos? He ahí una oportunidad de negocio.
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